Entre 2009 y 2013, un ambicioso proyecto de restauración paisajística devolvió a La Garenne, una propiedad privada situada en la campiña belga de Petit-Roeulx, su antiguo esplendor. Enclavada en un entorno sereno con amplias vistas, esta finca de casi 7.000 metros cuadrados había permanecido sin mantenimiento durante años, hasta que un equipo especializado emprendió su recuperación integral.
El agua se erige como el hilo conductor del lugar: dos estanques, un canal y un río atraviesan la propiedad, recordando el papel esencial de este recurso en su historia, marcada por la presencia de un antiguo molino de agua. Cuando los nuevos propietarios asumieron el reto, el jardín mostraba signos de abandono y las estructuras se encontraban deterioradas. El objetivo fue claro: devolver la vida al paisaje, respetando su espíritu original.



El proyecto contempló la restauración de muros, la limpieza de los estanques y canales, la redefinición de senderos y caminos, así como la renovación de bordes y plantaciones. También se crearon nuevos espacios —entre ellos un huerto contemporáneo, una isla para aves y unas riberas rediseñadas— que ampliaron las posibilidades de disfrute y observación de la naturaleza.
El resultado es un jardín que se transforma con las estaciones, ofreciendo una experiencia viva y cambiante. “Este proyecto ilustra la escenografía del jardín como una obra en movimiento, que se descubre con la luz y el paso del tiempo”, destaca uno de los responsables de la restauración.


Más allá de la técnica, La Garenne fue también una aventura humana. La colaboración entre los propietarios, apasionados por el arte y la naturaleza, y el equipo de trabajo permitió materializar una visión común y duradera. Hoy, más de una década después de finalizadas las obras, La Garenne se mantiene como un espacio inspirador, ejemplo de cómo la restauración paisajística puede revivir el patrimonio natural y ofrecer al mismo tiempo un entorno auténtico y poético.

